Tiempo de opinar

en Columnas

Raúl Hernández Moreno

El Presidente electo Andrés Manuel López Obrador presentó su plan para mejorar la seguridad pública que incluye la creación de una  guardia nacional integrada, en una primera etapa, por elementos de la marina, ejército y policía  federal y en una segunda, por civiles hasta tener 50 mil elementos en los próximos tres años.

Cada seis años el gobierno entrante presenta su estrategia de seguridad con la cual garantiza la pacificación del país y seis años después poco cambia.

Hoy, como hace 6, 12 y 18 años, los mexicanos tenemos la ilusión de que se logre la pacificación del país y que se pueda circular por carreteras, caminos  rurales y en las calles de las ciudades, con la tranquilidad de que no seremos molestados.

Con nostalgia recordamos que hace algunas décadas, aquí en Nuevo Laredo se podía transitar por las calles, en coche o a pie, a las tres  o cuatro de la madrugada, sin riesgo de ser molestado ni por los delincuentes ni por la policía.

En las primeras manzanas  cercanas al puente I, cientos o miles de personas se divertían en los cabarets, iban a bailar, a escuchar música e incluso había quienes se desvelaban yendo a comer un rico menudo, carne asada o tacos con una salsa bien picante.

Esta tranquilidad, pero sobre todo esa vida nocturna, se acabo en Nuevo Laredo y en muchas ciudades del país. Todo eso suena como un pasado imaginado, y la verdad es que  fue real.

La tarea que tiene enfrente López Obrador no es fácil, lo que nos ofrece de pacificar al país lo hemos escuchado antes, pero la verdad es que todos queremos que tenga éxito. Ojala.

En otro tema, hubo elecciones en la Facultad de Comercio de la UAT y René Salinas fue electo con el voto de 1872 alumnos y 92 maestros,

Salinas sustituye a Hernán Lope Díaz.

Salinas tiene el compromiso de mejorar la preparación académica. Si lo hace, los padres de familia no tendrán necesidad de enviar a estudiar a sus hijos a Monterrey,  Saltillo, San Luis Potosí, la Ciudad de México o a universidades de Estados Unidos. Y se van lo mismo a universidades privadas que publicas,  que gozan una merecida fama por la calidad de sus programas académicos.

Si ahorita  los jóvenes dejan su terruño para irse a estudiar a otra ciudad, es porque buscan la excelencia académica, pero no con los  dieces que regalan los maestros a cambio de una  botella de licor, sino por calificaciones  obtenidas por méritos propios.

Cuando  un alumno  tiene al 60, al 70, al 80 por ciento de sus maestros con  grado de doctorado, obviamente se obtiene mejor preparación que con  mentores  que tienen licenciatura o alguna maestría.

Claro, un maestro con doctorado reclama y merece  mejores salarios.

En  fin, esperemos que la UAT mejore la  calidad de sus cursos y que algún día no haya necesidad de enviar  a nuestros jóvenes a  universidades  foráneas,  porque aparte cuestan mucho. Ese día vamos a presumir a la UAT.

 

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